España completa un 2022 de resultados económicos positivos en un contexto de incertidumbre extrema. Los riesgos geopolíticos y financieros se dispararon desde el inicio de la Guerra de Ucrania, acentuando la presión inflacionaria y las perturbaciones globales de oferta que venían ya acumulándose en 2021.
Para 2023 se espera un nuevo ejercicio incierto y volátil con una marcada desaceleración económica. España podría sortear la recesión, pero afronta riesgos elevados y el PIB seguirá por debajo de los niveles de 2019, indicando que continúa en un estado convaleciente tras tres crisis sucesivas desde 2008 y con desequilibrios pendientes por abordar.
Evolución de las principales macromagnitudes de la economía española en 2022
A principios de año, las previsiones macroeconómicas que Metyis aportó al Panel de Previsiones de la Economía Española que elabora Funcas (entre 20 instituciones participantes) indicaban que la economía se expandiría un 5,2% en 2022, prácticamente en línea con el 5,5% registrado en 2021. Esta proyección fue razonablemente acertada (el PIB podría cerrar con un avance del 4,6%), teniendo en cuenta los eventos que sucedieron después, como la invasión de Rusia en la frontera externa de la UE, la mayor inflación en décadas o la agresiva y coordinada reacción de los bancos centrales endureciendo su posición de política monetaria.
El entorno exterior fue adverso, explicado por la persistencia de los cuellos de botella, la presencia de dislocaciones en las cadenas globales de distribución, precios disparados de las materias primas o acusados riesgos de desabastecimiento energético. No obstante, estos factores no afectaron significativamente al crecimiento económico de España en 2022, aunque sí podrían lastrar su evolución el año que viene. Según ilustra el cuadro 1, las exportaciones al resto del mundo pueden haber crecido en torno al 17% en 2022, diez puntos más que las importaciones, generando la mitad del crecimiento del PIB.
Dentro de las exportaciones totales, las de bienes sí se vieron muy afectadas (apenas avanzaron un 1,4% interanual hasta sep-22 según la contabilidad nacional), por un deterioro veloz de los términos de intercambio. Ello ha disparado el déficit comercial nominal hasta rondar los 70.000 millones de euros en 2022 (el mayor en 12 años), por la importación de la energía a precios mucho mayores y la depreciación del euro frente al dólar, divisa de pago de las materias primas energéticas y no energéticas. Sin embargo, ello fue compensado por las exportaciones de servicios (+86,2% hasta sep-22), que se habrían disparado en gran parte por la dinámica recuperación del turismo. En conjunto, España mantuvo el superávit en sus cuentas externas, gracias a que el aporte de rentas del turismo compensó el mayor déficit comercial.
Mientras, el crecimiento fue más tímido por el lado de la demanda doméstica, pese a los notables avances del empleo en 2022 (alrededor de medio millón de nuevos afiliados). El consumo privado, tras avanzar un 6% en 2021, habría moderado su avance a cerca del 2% en 2022, tras mostrar una errática evolución influenciada negativamente por niveles negativos en la confianza del consumidor, la subida de precios y tipos de interés o la menor demanda embalsamada en 2020, que en gran parte ya se ejercitó en 2021. Por su parte, el consumo público se habría estancado en el conjunto de 2022 tras descender considerablemente en los tres primeros trimestres.
Así, el rubro más dinámico fue la inversión, que habría crecido un 5% sustentada favorecida por la reducción de inventarios, el tirón de las exportaciones o el despliegue paulatino de los fondos europeos del programa Next Generation European Union (NGEU). Además, la inversión (a diferencia del consumo) apenas recuperó en 2021 la intensa contracción experimentada en 2020, de forma que el aporte de los nuevos pedidos de maquinaria, bienes de equipo o construcción ha tenido este año un impacto mayor sobre las tasas de crecimiento.
Con todo, el factor más relevante y singular del ejercicio que ahora termina fue la inflación, que exhibió una aceleración súbita y una persistencia que no fue adecuadamente anticipada por las proyecciones de inicios de año. La inflación habría promediado en 2022 un alza superior al 8%, cuatriplicando el objetivo estatutario del BCE. La espiral de precios ha erosionado fuertemente los salarios y la renta disponible de las familias en términos reales, con riesgos de que se refleje en el IPC subyacente y se mantenga con ello una inercia adversa y más duradera.
La aceleración de la inflación ha llevado al BCE a reaccionar con dureza: detuvo las compras netas de activos (programas APP y PEPP), endureció los préstamos a mayor plazo (facilidad TLTRO), creó un instrumento contra la evolución desordenada de las primas de riesgo de los países del euro (mecanismo TPI) y elevó unos 250 puntos básicos los tipos de interés de referencia. Por desgracia, persiste la duda de si estas medidas bastarán para devolver la inflación por debajo pero cerca del 2%, lo que según sus propias previsiones no sucederá hasta 2026. No en vano, la economía en la eurozona se estancará prácticamente en 2023 mientras se prolonga una presión persistente de la inflación.
Perspectivas para España en 2023
El próximo año el PIB podría suavizar su avance hasta el entorno del 1% según las proyecciones actuales de Metyis (gráfico 1a). En términos trimestrales podría caer en el 1T y recuperar cifras positivas a partir del 2T.
Los buenos resultados del sector exterior de 2022 se evaporarán, con un crecimiento más reducido de exportaciones e importaciones en entorno del 4%. Esta proyección principalmente obedece al enfriamiento de la demanda exterior y a que el turismo ya ha recuperado sus niveles previos a la pandemia, por lo que sus posibilidades de mejora son ya limitadas. No obstante, la cuenta corriente seguirá exhibiendo un leve superávit (gráfico 1b).
El crecimiento se vería sustentado por la demanda interna. La inversión se suavizaría frente a los avances de 2022, pero seguiría mostrando una mayor pujanza que el consumo. El ascenso proyectado cercano al 2% se sustentaría en el mayor desarrollo de proyectos financiados con fondos NGEU y que generan un cierto efecto arrastre de la inversión privada.
Mientras, el consumo privado que crecería un 1%, lastrado por niveles muy reducidos de confianza del consumidor, menor oferta de financiación y condiciones financieras más restrictivas. Además, tras el alza por motivos precautorios (y forzados) en 2020, la tasa de ahorro de los hogares se aproxima ya a su nivel de largo plazo, reduciendo el colchón para afrontar las subidas de precios, tipos de interés y bases imponibles, sin que las subidas salariales permitan una total compensación de todos estos factores.
La inflación seguirá apuntando a la baja a medida que surten efecto las medidas del BCE, pero aún seguirá doblando el objetivo del 2% (gráfico 2a). Las subidas de tipos traerán consigo un encarecimiento adicional de las refinanciaciones y el crédito nuevo y un endurecimiento en los criterios de concesión, que lastrarán el consumo y la inversión. Por otro lado, España mantendría un déficit fiscal elevado, cercano al 4%, que dificultaría reducir la deuda pública (actualmente en el 115% del PIB) hasta niveles más confortables (gráfico 2b).
Incertidumbres y riesgos para 2023
Los niveles de incertidumbre que rodean a las proyecciones macroeconómicas siguen siendo muy elevados. Existen factores que podrían mejorar los resultados económicos, pero otros que podrían empeorarlos, y estos segundos tienen a día de hoy mayor probabilidad de materializarse y mayor incidencia, por lo que en conjunto el cuadro de riesgos está sesgado a la baja, indicando que el crecimiento podría ser menor al proyectado (cuadro 2).
De partida, sigue siendo incierta la evolución de la energía en términos de abastecimiento y precios, pudiendo quedar afectadas también otras materias primas. El devenir de la guerra y otros riesgos geopolíticos podrían seguir dislocando los flujos financieros y comerciales globales, así como generar una ralentización adicional de la demanda internacional de los bienes y servicios producidos en España.
En el frente de precios, existen riesgos de desanclaje de las expectativas de inflación y de efectos de segunda ronda que, de materializarse, retrasarían el retorno de la inflación al 2% y forzarían al BCE a endurecer adicionalmente la política monetaria. En un escenario muy adverso podría emerger incluso un nuevo conato de crisis soberana en la eurozona, con primas de riesgo soberanas divergentes y hasta descontroladas entre países. Si ello se produce surgirían riesgos para la estabilidad financiera y efectos recesivos adicionales, como en 2012.
Con todo, también podrían producirse noticias positivas, como una aceleración en la ejecución de fondos NGEU, una suavización adicional de las disrupciones globales de oferta, el mantenimiento del dinamismo del empleo o una mayor resistencia de la prevista por parte de las empresas y hogares ante los repuntes de precios y tipos de interés.
Coda sobre el legado de la crisisy las vulnerabilidades pendientes
El legado de las crisis ha sido dramático para la economía española: el PIB podría no recuperar el nivel previo a la pandemia hasta 2024, dos años más tarde que el conjunto de la eurozona. Es más, España prácticamente no ha registrado crecimiento sostenido en los últimos 15 años, la demanda interna sigue 5 puntos por debajo de 2008 y la renta per capita real estancada desde 2005. Este es el resultado de tres crisis consecutivas: la crisis financiera global en 2008-2009, la crisis fiscal y de la deuda soberana en 2011-2013 y la pandemia en 2020.
Según ilustra el cuadro 3, algunas vulnerabilidades macrofinancieras importantes (solidez del sistema bancario, déficit exterior, deuda privada y, en parte, las brechas de competitividad) se han corregido en los últimos años. Pero otras (productividad, sostenibilidad de las cuentas públicas, deuda externa, demografía adversa, preponderancia de empresas pequeñas, cambio climático, etc.) han emergido o se han agravado, lo que remarca la urgencia de acometer reformas ambiciosas necesarias y largamente postergadas.
Sobre los autores del artículo
Fernando Gutiérrez del Arroyo es Manager de la oficina de Madrid. Tiene experiencia en análisis económico, regulación y public engagement y en los últimos años se ha especializado en tendencias y desarrollos ESG. Miguel Solchaga es socio de la oficina de Madrid. Es experimentado consultor en entornos multinacionales con amplia experiencia en proyectos de estrategia, marketing y consultoría económica en diferentes industrias, incluyendo servicios financieros, energía y bienes de consumo.